miércoles, 20 de abril de 2011

¡Santo Calor!

A estas alturas, el cambio para mi es algo (en cierta medida) fácil de asimilar. Obviamente es debido al constante cambio en mi vida. Por ello es que tengo la cualidad (¿?) de desprenderme fácilmente de las cosas, probablemente por eso es que soy mujer de pocas tradiciones. Y se limitan más que a tradiciones; rutinas. (Y obsesiones pero de esas escribiré después)
El café por las mañanas es una de ellas. Desde que me inicié en la tomada del café, cuando le robé a mi mama un sorbo de su termo rosa de litro, me ha acompañado todas mis mañanas sin importar el lugar. Ahora que mi mamá nos tuvo sin café durante cuatro (largos) días, por un pleito con el precio y los gramos; salir de la casa sin haber tomado mi taza de café, se sentía como si saliera sin haberme vestido.

Otra que tuve, mientras viví en Clavería, era despertar y (aun acostada) ver por la ventana como pintaba el día, ver las nubes y tratar de encontrar alguna forma, al mismo tiempo que ponía atención a cómo se escuchaba el tráfico. Mientras iniciaba mi sistema cerebral, en modo a prueba de fallos, para levantarme.

Las fiestas de fin de año suelo pasarlas con mi familia, solo dos veces en mi vida no ha sido así, pero con la fortuna de que  siempre ha habido un ambiente familiar alrededor que lo hizo tan bueno, como si estuviera con mi familia.

La primera vez fue cuando tenía como 10 o 12 años, que no recuerdo bien porqué no estuve con mis papas y hermanos, sin embargo estaba con lo que en aquel tiempo fuera mi otra familia, con mi prima Ale y su hermano Sebas que (aunque suene a frase de borracho) más que primos son hermanos, pues crecimos y jugamos juntos. Y lógica pero lamentablemente, mientras más crecemos se vuelve más complicado, pero no por eso menos cercano. Cuando nos vemos seguimos siendo los hermanos de siempre. Y con toda la distancia que hay y al ritmo que nos permiten los distintos rumbos que tomaron nuestras vidas, siempre estamos al pendiente uno del otro.

La segunda fue hace poco cuando aún vivía en el D.F. y por trabajo no pude venir a Monterrey a pasarla con mi mamá y hermanos, sin embargo también estuve con mi otra, más reciente, familia: DJ.
Y ahora que recuerdo bien, también estaba Jaime, por video llamada, pero vale ¿no?
Con DJ, viví casi 5 años y tendría que ser de palo, para que no  se hubiera vuelto el hermano que ahora es. Con el también crecí, jugué y sané raspones. Jaime con todo y que está en California, es culpable de muchas (excelentes) noches sin dormir. El entendimiento con él es tan apocalíptico, interesante y …bizarro, que poca gente lo entiende. Ambos se han colocado tan dentro de mí que, ahora que estamos lejos los tres, siguen siendo las personas con quienes más tiempo paso, al punto en que: un día sin hablar con ellos, simplemente es un día incompleto.

Entonces: aunque no era lo mismo que estar con mi mama y hermanos, de todas formas era gente con la que me sentía en familia.

Curiosamente la semana santa también es (¿o era?) otra de mis tradiciones (y no por la onda religiosa). Por mucho trabajo y proyectos que hubiera, me las arreglaba y solía ir de vacaciones al rancho de mis abuelos y pasarla con los primos, tíos y la gente que suele ir en estos días a visitar. Regularmente nadábamos y nos relajábamos a la sombra de los árboles con la panza al aire y con una copa de vino blanco o en su defecto, (y no por eso menos) una deliciosa y refrescante indio.

Hoy miércoles de semana santa, que no fui a trabajar hace (para mi gusto) mucho calor y aunque extraño el movimiento y la parentela del rancho, estoy con mi familia, festejando a Esthela, lo que añade puntos extra.
Haciendo recuento -con la gota de sudor corriendome por la frente- lo que más extraño de esos días de vacaciones, es la sombra de los árboles y el agua fresca del estanque donde nadábamos.
Siendo ésta la situación, hago uso de mi habilidad de desprendimiento y decido que no me molesta ir a trabajar los días “santos”; con este calor, habiendo aire acondicionado, lo demás, es lo de menos.

martes, 5 de abril de 2011

Humor discriminado

En los días del inicio de la era Clavería,  conociendo las mañas del nuevo roomate: DJ. Le quite de las manos (más que "¿me la prestas?" fue: "PRESTA!") la revista de videojuegos que cada mes compraba y en ese momento estaba  leyendo y me dispuse a leerla, sin importarme si había él terminado o no de verla (suelo ser egoísta, que le hacemos).  Y  mientras navegaba en ella a la antigüita (dando vuelta a las hojas),  descubrí una tira cómica llamada Pac-Mac que me resultó muy simpática.

Desde entonces, me volví viciosa de, y cada mes que DJ llegaba con el nuevo ejemplar de la revista, aplicaba la "matanga"  y se la quitaba para leer el Pac-Mac y después  le daba una leída a las noticias de los juegos.  Eso se volvió rutina hasta unos meses antes de que terminara Clavería.
De cierta forma Pac-Mac quedó para mí como un sentimiento de rutina, mientras Clavería fue mi casa.
Junto con otro par de cómics pero esos si eran web-cómics, quienes igual que las series que veíamos en Clavería, parecian tener cámaras y volarse sus scripts  de nuestra rutina.
Entonces, cierto día llegamos a una situación algo compleja, los dos gamers, enviciados a más no poder, teníamos frente a nosotros un otoño de lanzamientos chonchos, por lo menos dos series de TV para ver religiosamente y por si fuera poco, teníamos un trabajo muy demandante.  

Terminamos planeando un horario/calendario de juegos, series y compromisos, eran tantos los que teníamos en las manos, más los que estaban por venir así que asignamos días, horas y prioridades.

Quienes llegaron a ir a Clavería seguramente vieron las hojitas verdes con post-its en las paredes, se habrán dado cuenta de que cada área tenía la suya y la del Cuarto de Máquinas, que era donde estaban los juegos, quedó casi vacía. Y originalmente compramos las hojas verdes para hacer un plan en grande que era algo (hasta en los títulos) parecido a esto:



Quien me conoce  sabe que mi sentido del humor es negro.  Para ser sinceros, cada vez que voy al cine, invariablemente suelto carcajada en el momento más sensible de la película  cuando todo mundo está calladito, con la lágrima en el ojo o con el corazón apachurrado, así es mi humor negro, ni qué hacerle. 

Ya platique un poco de la complicada maraña de sentimientos encontrados que fue dejar el D.F. Sí, amo la ciudad, pero estando lejos de ella he confirmado, que mas que  la ciudad, me duele la lejanía (física) de la gente que está en ella junto con recuerdos, experiencias y rutinas.

Entre comentarios con personas locales y como yo, importadas,  ha salido a la luz que  en esta ciudad los grupos y clases sociales están muy marcados y he de ser sincera no es algo que me preocupe, pero es algo que no se puede dejar de observar una vez que comienzas a moverte en la ciudad. Y no necesitas escarbar mucho para encontrarte con ello.

Tratando de sentirme de nuevo en casa y encontrar cosas de mi agrado me topé con la revista La Rocka que me parece agradable de leer pues el contenido me muestra una pequeña parte, de la pequeña parte del Monterrey cultural/rockero/distinto que estoy buscando. Siendo así me he vuelto seguidora de la revista, además de que es gratis, por aquello de los codos. =P

Ya dije en otro post que la vista es la forma más difícil de guardar recuerdos pues pasa por muchos filtros mentales. Precisamente por eso mi bibliotecaria mental no los pela mucho, los recibe y los avienta al olvido en un archivero parecido al de Bruce Almighty.

Bueno hoy la hice que se despeinara y se aventara un clavado al chingado archivero, pues venía caminando de regreso del banco cuando veo (con mis poderosísimos lentes) que en un local tienen La Rocka, me acerque a tomarla y  me encuentro esta imagen:

Me resultó tan familiar que, la verdad, casi corrí para agarrarla y la hojeé hasta encontrar el artículo donde me explicaran quién era. Seguramente ahí encontraría porqué me era tan familiar.
Cuando leí el nombre del monero lo sentí aún más conocido, pero la bibliotecaria seguía despeinándose dentro del archivero, sin encontrar porqué.
Por ahí del quinto párrafo del  artículo encontré las palabras mágicas, Cucamonga (el monero) es el mismo creador mi consentido Pac-Mac, junto con otras tiras cómicas, entre ellas una llamada Regiolandia, que por supuesto no he leído porque se publica en el Record (periódico futbolero, iugh!).

Por supuesto llegando a casa corrí a leer las publicaciones de "Cindy La Regia",  y… me cayó tan bien!.  Obviamente, como con Pac-Mac,  se requiere de cierto humor para leerla y entenderla pues además que es un cínico reflejo de la sociedad (en general, no solo la de aquí), toca nervios de ella que pocos nos atrevemos a ver. Se necesita humor negro, frialdad y aceptar a la desagradable sociedad  tal y como es por todos sus lados.

Denle una leída al artículo  en la revista páginas 16 y 17.
Y a las publicaciones de ella en Facebook, Twitter y su sitio web

Me ha hecho reír tanto… y mejor aún, me ha hecho sentir en casa.

domingo, 3 de abril de 2011

Realidad Virtual


-¿Quién le arregla su coche a las vacas?
-…. El toro mecánico!!!

Los chistes son una forma muy ligera de echar a rodar la piedrita de la imaginación.

Creo que cuando fuimos niños nuestra imaginación era de alguna forma más poderosa pues no había prejuicios que la atrofiaran y limitaran. Imagino que por eso los chistes de primaria son tan simples.

Obviamente hay quienes la perdieron por completo embebidos en la tristeza de los límites de ésta realidad.  Y hoy día su imaginación no da ni para dejarse contar un simple y baboso chiste. Y cuando preguntas:
-¿Quién le arregla su coche a las vacas?
Y te contestan:
- Las vacas no tienen coche.
Te das cuenta que efectivamente están perdidos en este mundo y que su mente rechaza y no procesa, cualquier otra realidad que les pudieras plantear por muy simple que sea.

Afortunadamente hoy día vivo rodeada, no solo de manera virtual, por gente que como yo, mantiene su imaginación poderosa y fresca.
Pues habemos quienes no nos dejamos absorber por completo y aún podemos poner a rodar esa piedrita con todo y que seamos personas responsables y trabajadoras. Sólo porque tenemos que serlo pues nos consideramos atrapados aquí y aún no encontramos el portal para escapar.
Sin embargo, y obviamente no soy la única, encontramos un “fix” para escaparnos de la realidad en nuestros sueños, juegos y libros, sólo por mencionar algunos.

Preferiríamos vivir en Fantasía, Azeroth, Sera, Macondo, Paradise o Liberty City en pocas palabras  cualquier otro mundo, incluso creado por nosotros mismos, siempre y cuando sea menos limitado que éste. Sí, ser cualquier personaje de Marvel, DC, o alguno creado por uno mismo, sería mucho mas divertido, placentero, entretenido y agradable.

Que me diga que no, quien haya visto Iron Man y no quisiera ser Tony Stark y tener la tecnología que él usa. Que por cierto deja a cualquiera babeando, incluidos Gates, Jobs y Zuckerberg.

Por eso es que: cuando ví Avatar, no quería que terminara y quise ser uno de ellos. Puedo pasar todo un día jugando World of Warcraft. Uno de mis mejores fines de semana fue con Resident Evil 5 en África, probablemente por eso cuando ví District 9 me sentí como en casa.

Y siento que en realidad esta realidad es un juego con mucho potencial, pero muy complicado, lento y estúpidamente limitado.