miércoles, 16 de marzo de 2011

Collector’s edition

Hace algunas semanas escribí (y se quedó en borrador):
Quiero conseguirme un trabajo, como el que le conseguí a DJ, o como el que Pony tenía, donde trabajaba desde su casa, o como el que tiene Jaime, o uno donde no tenga que ir de tacones,  como el de mi hermana que los tenis son parte de su uniforme, uno que me haga reír, uno que saque lo mejor de mi y no solo las enfermedades, uno donde no entre muy temprano y no salga muy tarde, uno donde las prestaciones sean tan ofensivas como las que tienen los sindicalizados de PEMEX o del IMSS.

Y bueno parece que fuera conjuro, porque: DJ fue quien me avisó de la vacante que había para el trabajo que hoy tengo. Para quien no está enterado es en una “popular” tienda de videojuegos.  Donde me siento como en casa, así que se puede decir que trabajo desde casa como Pony lo hacía. Vivo de y estoy entre videojuegos, como Jaime y los tenis son reglamento, como en el trabajo de mi hermana.  En la primera semana de trabajo me he reído tanto o mas de lo que me reí en todo el año pasado, y puedo ser quien en realidad soy, no tengo que andar con mi cara de “estoy trabajando”, entro a las 11 y salgo a las 8, lo que no es ni muy temprano, ni muy tarde y las prestaciones son las de ley pero puedo apartar juegos antes que nadie mas les eche mano y pagarlos conforme vaya fluyendo la lana. Y eso es infinitamente más chido e invaluable que perder mi honor con una prestación gubernamental.

Desde niña he mantenido un perfil poco sociable, al punto de ir a fiestas de niños y pasármela sentada observándolos, sin ir a jugar con ellos. Y aunque a estas alturas y con todos los cambios que he tenido de ciudad en ciudad, probablemente debiera ser algo fácil, pero no he logrado hacer amigos con la facilidad que pudiera imaginarse. De hecho es una tarea muy complicada y conforme he ido creciendo se ha vuelto cada vez más difícil.
Obviamente por eso me dolió tanto dejar el D.F. más que por la ciudad, por los amigos. Y es una situación que me ha mantenido (levemente) preocupada. 
Si a los 5 o 10 años y sin tanto prejuicio y mamonez encima era difícil hacer amigos, hoy día suena casi a misión imposible encontrar gente con gustos similares a los míos.

Resulta que aparte de todo lo conjurado que ya mencioné; tengo otra ventaja.
Si buscas gente con gusto por las manualidades vas y te metes a Fantasías Miguel, o si buscas gente interesada en fotografía, la encuentras en Flickr.
Normalmente la gente que gusta de los videojuegos (con sus obvias excepciones), tiene algunos puntos en común, como lectura, cine, música, freakness y geekness que no se encuentran en cualquier persona.

Qué mejor manera de incrementar las probabilidades y reducir población a filtrar. Ahora cuento con la ventaja de estar en el “abrevadero” a donde todo geek/gamer irá a parar y ciertamente no los haré mis amigos inmediatamente,  pero por lo menos podré mantener conversaciones interesantes,  que quizá con alguno lleve a amistad.

A todos nos han dicho alguna vez que somos especiales y únicos.  Nuestras huellas digitales lo ratifican. Aunque dudo que cuando decimos, o nos dicen eso,  nos refiramos a las huellas, ¿verdad? Nos referimos a lo que en realidad nos distingue unos de otros y eso es lo que pensamos, decimos, hacemos y somos. Sé que no soy tan especial como para un premio Nobel, pero sé de cierto que (afortunadamente) no  pertenezco al grupo de personas catalogado como “normal”, eso ya había quedado claro, ¿no?

Bueno:
 Achievement unlocked 50G. Ladies in the house.
Como quien dice “puntos extra” para mí,  soy hasta ahora la única mujer en el estado que forma parte de este grupo de tiendas.
Ya fui etiquetada como “pieza de colección”.
Y sí; una vez mas las miradas de extrañeza, lo comprueban.

lunes, 14 de marzo de 2011

Retoñando

Encontramos trabajo. La trabajólica salió de la jaula.
Estamos muy contentas. Tenemos que recuperar nuestra condición.
Es cansado estar de pie casi todo el día. Pero ¡cómo me reí hoy!
Es un ciclo de renovación. Hasta las plantas que se comió Fender (mi perro) estan retoñando.
Y nosotras como árbol de buena madera, también.

...Hoy mandé hacer mis nuevos lentes. Gracias hermana.

lunes, 7 de marzo de 2011

Inscripciones abiertas

Cuando era niña, al llegar al rancho, después de 8 o 10 horas de viaje desde monterrey, una de las primeras imágenes que se veían al entrar, era  la tía Evi  (Eva) de 80 y pico de años, sentada en su silla de ruedas en el corredor con la mirada perdida hacia el jardín.
Sabia que era la mayor de las hermanas de mi abuela paterna, Esthela (quien se hacía cargo de ella), que había criado en gran parte a casi todos sus sobrinos, que había vivido plenamente y que había sido una gran persona, con aquella calidad humana de la que muchos debiéramos aprender.
En aquel entonces con mis 10 años no alcanzaba a comprender bien porqué su mirada estaba perdida y porqué si había criado a todos,  no reconocía ni a su propia hermana, mas que a ratos. Sabía que tenía Alzheimer pero aún no lograba entender como funcionaba eso. Conforme fui creciendo, iba comprendiendo el significado y lo que envuelve el Alzheimer y cada vez me aterraba más, el miedo a los payasos es pequeñito comparado con esto. Pues me parecía profundamente triste que una persona con tanta vida detrás, no pudiera recordarla y el verla sentada ahí mirando hacia la nada día tras día, me hacía preguntarme qué había en su cabeza, si imaginaba historias nuevas, si sólo se preguntaba quién era y qué hacía ahí, si estaba ahí deseando no estar, o quizá solo neblina. Como dicta la naturaleza, al pasar los años, en una noche con mucho viento y en un suspiro con aroma a árboles frutales, se fue.

Aparte del nombre y pese a que conocía poco de su historia, al menos no tanto  como me hubiera gustado, siempre sentí un vínculo muy fuerte con  ella. El día que ella murió, recuerdo que mi abuela Esthela, que aún estaba muy sana me dijo: “Se fue una Eva, pero nos queda otra”. De alguna manera me hizo sentir como si me diera la estafeta, con un vínculo aún mayor y con el peso y responsabilidad de igualarla. Eran unos zapatos muy grandes.

Por alguna extraña razón, en mi familia, por ambas partes, es común que haya alguna mujer que pudo o no estar casada, pero  ya pasando de los 50-60 están solas. Todas mujeres admirables, inteligentes, independientes. Entonces para mi no es algo que sea extraño, como lo es para algunas personas.  Sin embargo la idea de terminar sola no me termina de atrapar.

Quizá eso  fue parte muy importante de que me sintiera identificada hace algunos años  que fui con Yoya (tía por parte de mi mamá) y mi abuela materna Cecilia (Chila pa los cuates) al teatro San Rafael a ver una obra  que se llama “Cómo envejecer con Gracia”.  La obra va de dos viudas pasadas de los setenta, una muy independiente y obviamente de carácter muy fuerte. La otra, que se llamaba Gracia, era despistada y dócil, aunque ambas tenían hijos no las pelaban. Renegando, como buenas viejitas, se van  haciendo amigas al grado de depender una de la otra. Era como dicen ahora, una relación  “ganar-ganar”. Finalmente la despistada termina siendo más que despistada, tenía Alzheimer. Acaba sola recluida en un asilo o como les llaman ahora “casa de asistencia para la vejez” dónde sólo la visitaba su amiga, quien al cierre de la obra, le dice que no va a poder ir mas.
Tenía todos los ejemplos de ello frente a mi, tías, abuelas y tías-abuelas.  Yoya, Chila, Juani, Luisa, Mary, Mina, Cuqui, Eva, Raquel y Martha.
Para no hacer el cuento (mas) largo salí pensando que no quería llegar a vieja. Pues no importa lo que pasara consiguiera o no pareja, tuviera o no hijos, iba a terminar sola.  En este punto sabía que el Alzheimer es hereditario y que probablemente corre por mis venas, si bien no a todas les ha dado, con la suerte que me cargo (y en mi mente nunca dejó de sonar el eco del vínculo Eva-Eva), segurito me pasaría a mí.
.
Por lo tanto estaba decidido, pasara lo que pasara me suicidaría a los 60.

Después de una profunda etapa de observación y análisis. Me arrepentí y me decidí a jugar el volado. Me di cuenta que hay de dos sopas:

Sopa 1
Mi familia en ambas partes es longeva, así que puedo dedicarme a tener una vida interesante y después poderla contar con la sabiduría y coherencia que mi abuelo Edmundo lo hacía hasta el último día de sus 91 años. Vivir con la energía e independencia que tiene mi abuela Chila a sus 85. O quizá ser la pila y látigo de más de 30 personas como mi abuela Esthela a sus 88, que aún con medio cuerpo paralizado y la conexión del habla perdida tiene la sensatez y cordura que a más de 1 de esos 30 les hace falta.
Es decir, si el gen que va a brotar en mi cuando sea vieja va a ser la longeva, cuerda (LOL, entiéndase capaz de recordar mi vida) e independiente, quiero poder disfrutar de la cabaña de retiro con DJ, Mayra, Ricardo (aunque se resista) y algún otro miembro que desee inscribirse. No quiero estar sola y quiero seguir escuchando rock.
Probablemente mi vida sea la mitad de interesante que la de mis abuelos. Aún así quiero poder recordarla toda.
Quiero poder recordar el orgasmo que fue ver por primera vez el video de “Enter Sandman”, recordar las carcajadas y lagrimas en Clavería,  la cicatriz con forma de corcholata en mi rodilla y como otras la fueron borrando, el pelo rojo de la madre Rufina y como colgaban sus pies cuando se sentaba, a mi primo Sebastian despertándonos con Dr.Feelgood aquel verano, el alivio que sentí cuando hice las paces con mi papá, los tequilas con naranja que me daba mi abuelo Mundo, lo chingon que se me veía el pelo violeta, las tardes que pasábamos mi primo May y yo jugando con espadas de carrizo, aquellas sudorosas tardes de pasión, videojuegos y cerveza durante la universidad con...en fin, recordar cada detalle posible de lo que hasta ahora he vivido y de lo que falta por vivir. 
Quiero recordar reírme de todo esto y como salí de ello, y si algún día llego a estar con “el”, también quiero recordarlo.
Quiero morir de viejita, pero quiero morir con todos mis recuerdos frescos. Y que un día se cumpla el sueño de no despertar jamás.

Sopa 2
Solicito formalmente a los integrantes actuales y próximos a inscribirse a la cabaña de retiro que en caso que llegara a ser victima del chingado alemán éste, conocido como Alzheimer (o cualquier tipo de demencia que me borre el casete), que me inscriban para ser “conejillo de indias”  en algún experimento al respecto.
Y si no es mucho pedir que el experimentador se parezca a Mc Dreamy.

Y en cualquier caso, incluso si me muero antes, quiero que toquen en el funeral Comfortably Numb.