jueves, 2 de junio de 2011

Justicia Gore

Estamos de acuerdo que hay infinidad de personas desperdiciando oxígeno. Pero como dicen por ahí: Hay niveles.
Hay quienes abren la boca  y se ganan una rodada de ojos, hay quienes se ganan un facepalm, hay quienes se ganan un zape. Y así, in crescendo.  A lo largo de este blog hemos ya  navegado y seguiremos navegando (entre otras cosas) en esos niveles.

Hay un nivel, despuecito del que ocupan los rateros y antes del que ocupan los políticos y narcotraficantes, en el que nos enfocaremos en esté post. Abriré uno de los cajones rojos de mi mente. Si tú, lector NO posees el codiciadísimo gen gore, quizá será mejor que salgas a buscar uno o que dejes de leer. 

Hubo un día en que me encontraba sentada en una mesa de juntas, rodeada de 6 u 8 personas, todas escuchando (con la misma cara de asco que yo) hablar al directivo de la empresa. El nivel que mencioné, lleva su nombre.
Escuchar a éste tipo era como ver un aguacero de ejemplos de  cómo ser avaro, miserable, vil, despreciable, abyecto, ruin, negrero, mentiroso, déspota y egocentrista. Todo al mismo tiempo.   Decidí comenzar un ejercicio que, mientras más tiempo pasaba y él más hablaba, más satisfactorio se volvía.

Ese día comencé imaginando que le estampaba la cara contra la mesa hasta tumbarle el último diente y borrarle la nariz.

Esta persona, siendo como es y teniendo cierta avidez por las juntas, me dio cuantiosas oportunidades para diversificar el método.
Mientras el hablaba yo:
- Le pisoteaba la cara con mi bota industrial mientras le apuntaba con mi ballesta justo en medio de los ojos.
- Lo despellejaba amarrado a su silla.
- Lo amarraba como becerro de charreada y lo castraba.
- Le rompía cada articulación con una llave Stilson.
- Le atravesaba  el cuello con mi cuchillo de campo.
- Le rellenaba la cabeza de clavos disparándole con la pistola neumática.
- Le cortaba la lengua con un abre cartas.
- Una vez lo aventé como el Dr. Lecter avienta al inspector Rinaldo Pazzi.
- En días de  fastidio y para terminar rápido, le volé la cabeza con una escopeta.
- En días de más paciencia lo cacé y le atravesé la cabeza con una bala calibre .50.
- La última noche que estuve ahí, vacié tambos de gasolina y lo quemé vivo, junto con todo lo que había dentro.


Death also finds its way

Ya para cuando despertaba del placentero y catártico trance, el incoherente en cuestión ya había cerrado la boca y terminado la junta

Hay que ser honestos: mientras uno busca la manera más amable, educada, respetuosa y prudente de decir las cosas, a cabrones como éste no les interesa. Es del tipo de basura humana que sólo se escuchan a sí mismos y el único punto de vista válido es el suyo.

Éste tipo de trances ayudaba a por lo menos evitarme la pena de escucharlo decir la sarta de sermones sin escrúpulos y de pasada liberarme y divertirme un poco.

Hasta donde sé -después de casi 3 años- el tipo sigue siendo tanto o más avaro y miserable (etc. etc.) de lo que era y sigue teniendo a toda la gente que hace que su empresa funcione besándole los … pies y firmando toda clase de grilletes disfrazado de contratos, mientras él les quita o simplemente no les da su lana buscando siempre algún sucio pretexto para quedarse con lo que no es de él.

Aquí es cuando pregunto: ¿Por qué sigue respirando?

Con tanta bala que hay suelta por ahí: ¿y ninguna una le ha tocado?

¿Habrá alguna lista donde lo pueda inscribir para que los señores que descuartizan y embolsan gente, le pongan su nombre a una bolsita?

Seguramente ganaría como 10,000 puntos negativos de Karma. Sí. Pero sólo sería un embolsado más. Sin embargo se me dibuja una sonrisa al imaginar el regocijo de todas las personas que están o estuvimos bajo sus… pies.

Eso son como 500,000 puntos positivos de Karma.

De todas formas ya sabemos que las cuentas del Karma no salen muy buenas, porque si en realidad Karma supiera sumar, gente como él habría dejado de respirar hace mucho. Y la historia sería otra.
Con todo esto en mente: ¿No habrá gran problema si lo aviento a los señores embolsadores…o sí?

Si alguien cree que sí, vaya a pedirle trabajo, deje ahí su tiempo libre, salud y dignidad. Con suerte hará grandes amigos, como hice yo. Y después de 2, 4, 5, 8 o 14 años recibirá una patada en el trasero en agradecimiento por su dedicación, lealtad y esfuerzo. Y entonces vuelva a leer este post.